VALORACIÓN POLÍTICA
Ante las
fechas que se acercan, me refiero a la época en que seremos llamados a las
urnas, -caja que recibe las papeletas de voto-, mediante las cuales muchos considerarán “limpiadas” sus culpas y
errores, como si de un baño bautismal se tratara.
Ello no
es de ese modo -o al menos no debería ser-, pero mucho me temo que TODOS lo van
a interpretar de ese modo.
De
cualquier forma, sí creo que los ciudadanos tenemos una gran responsabilidad
ese día, pues de cómo y a quién votemos, va a depender nuestra propia vida y la
de nuestros hijos, -el que los tenga-.
Como
hemos observado, TODOS están haciendo un gran alarde de imaginación en cuanto a
lo de prometer.
Luego se
cumplirá el dicho popular: “Prometer y
prometer, hasta meter”.
Una vez
más voy a pedir “peras al olmo”;
quiero que el programa sea un contrato con el electorado, que en caso de
incumplimiento tenga consecuencias legales.
Quiero votar por personas y no listas de partido.
Quiero poder
quitar mi confianza al diputado que falte a lo prometido sin tener que castigar
a la ideología que hay en mi voto.
Quiero que sea imposible que ninguna fuerza política
prostituya mi voto.
Y quiero
muchas cosas más, pero me temo que mi olmo me va a dar pocas peras.
Últimamente estoy valorando el dejarlo todo al juicio
de Dios, hasta ahora, siempre he intervenido con mi voto, posicionamiento
político, e incluso activismo; pero no ha sido escuchada, valorada ni por
supuesto tenida en cuenta ninguna de mis posiciones, pues bien, esta vez me voy
a abstener, no voy a interferir lo más mínimo en el orden establecido por Dios,
lo que salga será lo que tiene que salir, aunque no me guste.
¿A qué viene esta radical decisión?
Me dirán: “Hay muchas opciones, algunas de ellas nuevas”.
En efecto, así es, pero TODAS llevan en su ADN el pisar una línea roja que ya
me es insoportable.No aclararé qué línea roja es, porque no les importa
pisarla, y menos importa mi sentir, y ya estoy harto de votar con la nariz
tapada; tengo la segura percepción que el pisar constantemente esa línea roja
constituye su perdición, a medio plazo lo empezaremos a notar -de hecho ya
comenzamos a sentirlo, pero es como la historia de la rana que cocieron- :
Olivier Clerc, especialista en bienestar y desarrollo, escribió en el año 2005 el libro: "La rana que no sabía que estaba hervida… y otras lecciones de vida". En él, el autor dice que "todo es lenguaje, y todo nos habla". Entre las historias que plantea me voy a referir a la que lleva el título del libro y que me recordó a nuestro país. La historia cuenta…Imaginen una olla llena de agua, en cuyo interior nada tranquilamente una rana. La olla se calienta a fuego lento. Al cabo de un rato el agua está tibia. A la rana esto le parece agradable, y sigue nadando. La temperatura empieza a subir. Ahora el agua está caliente. Un poco más de lo que suele gustarle a la rana. Pero ella no se inquieta y además el calor le produce algo de fatiga y sueño. Ahora el agua está caliente de verdad. A la rana empieza a parecerle desagradable. Lo malo es que se encuentra sin fuerzas, así que se limita a aguantar y no hace nada más.Así, la temperatura del agua sigue subiendo poco a poco, nunca de una manera acelerada, hasta el momento en que la rana acaba hervida y muere sin haber realizado el menor esfuerzo para salir de la olla. Por otro lado, si hubiéramos sumergido a la rana de golpe en la olla con el agua hirviendo, ella se habría puesto a salvo dando un enérgico salto. "Es un experimento rico en enseñanzas, dice el autor. Nos demuestra que un deterioro, si es muy lento, pasa inadvertido y la mayoría de veces no provoca ninguna reacción, oposición o rebeldía".
Tomado de este enlace: El Salvador y el
síndrome de la rana hervida: http://www.elsalvador.com/mwedh/nota/nota_opinion.asp?idCat=50839&idArt=9516190#.VQNnTmSCyvY.twitter …
Ya la sociedad está sin fuerzas para reaccionar, y pronto se
cocinará, habrá solución, pero pasará tiempo para ello.
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