Palabras, su significado y lo que podemos entender.






Últimamente al parecer me estoy volviendo insufrible por mi constante petición de que se me definan las palabras.
Le pido a todos, políticos y personas con las que debato, y es por una cuestión de orden, saber qué significan las palabras que usan o al menos me digan qué significan para ellos, pues de ese modo sabré si puedo estar con ellos o contra ellos, es decir conocer por donde tirar entendiendo las señales, pero no, juegan a la indefinición, a la equidistancia calculada y a la retórica…todo para confundirnos.
¿Cómo podría explicarme mejor y claro? pues con una historia verdadera que me pasó a mí a modo de ejemplo de lo que digo, vamos a ello:

Por aquellos años principio de los 80 del pasado siglo, yo tenía una representación sindical del sindicato UGT, y en mi obligación del momento estuvo la de estar de guardia en el comité por si había alguna circunstancia dado que la factoría trabajaba a tres turnos y podría suceder alguna contingencia que precisara asistencia sindical.

La guardia era monótona y mis asuntos sindicales estaban al día, me entretenía leyendo informes de salud laboral, dentro de un dossier, encontré un folio fotocopiado de un trabajo de la escuela de técnicos y peritos de no sé que colegio, que reproducía una tabla de respuestas universal a cualquier tema que se debatiera, solo era cuestión de saltar aleatoriamente de una casilla a otra sin orden y daba como resultado un discurso de palabras rimbombantes sin sentido pero dado su difícil comprensión dejaría al oponente sin poder argumentar, pues para poder argumentar o rebatir, se tiene que entender primero.

Me hizo gracia el tema, ensayé un poco sobre la tabla, cuando en ese momento el teléfono comienza a sonar. Al otro lado del teléfono estaba un compañero del sindicato –hombre honrado y voluntarioso que me apreciaba bastante-  que llevaba la representación del sindicato en un departamento de la factoría en cuestión; tenía un problema y quería que le diera mi opinión sobre cómo afrontarlo, era un tema de disparidad de criterio entre dos personas impulsivas.

Menosprecié el problema en mi soberbia, y yéndoseme la vista al folio en cuestión, comienzo a saltar de casilla en casilla, creando una ilusión de respuesta erudita, mi interlocutor me escuchaba atentamente hasta que me interrumpe y dice que ya sabe lo que hacer y me cuelga.
Me quedo perplejo pensando que ha entendido, como no tengo medio de devolver la llamada valoro si me pongo en marcha o no.

En cuestión de media hora, vuelve a sonar el teléfono, es de la oficina de RRHH que solicitan la presencia del comité en jefatura de personal, pues ha sucedido un conflicto entre un responsable de departamento y un delegado de personal al que va a proponer para una sanción.

Cuando llego a la carrera a la oficina, me encuentro entre dos miembros de la seguridad a mi compañero de la llamada anterior. En el despacho me informan que van a proponer una sanción de suspensión de empleo y sueldo por agresión a un jefe de departamento.

Me siento absolutamente culpable, mi actitud soberbia y prepotente a llevado a un buen hombre a casi arruinarse la vida, y todo por “ser yo tan ingenioso”.
Contrito, me dirijo al jefe de personal y solicito que esa sanción me sea derivada a mí como si yo mismo la hubiera llevado a cabo, pues soy el único responsable de lo sucedido, y que yo sirva de pedagogía en este tema y no él.

Sorprendido por mi salida el jefe de personal, duda y tras un silencio me dice que si consigo reconducir el asunto que inició este conflicto, y la parte ofendida no presenta objeciones por él solo quedará una nota en mi expediente ya que me responsabilizo del lío.

Delante de él, en encuentro entre el agraviado y yo mismo, logro reconducir el tema, se llama a mi compañero y le pregunto delante de todos si le parece bien la solución alcanzada, acepta y aquí paz y gloria al Señor.

De vuelta al comité, rompo ese maldito folio y me prepongo que en adelante no sería tan imbécil, mi compañero no se enteró de la génesis de todo el acontecimiento, quizás hoy, si me lee sepa el por qué de todo (al día de hoy desconozco su paradero y ni siquiera si vive aún).

Se deduce de todo esto que los que son tan aficionados a los discursos sin sentido con un uso de palabras de varios sentidos o sin aclarar su real significado, pueden estar dando lugar a interpretaciones que lleven a una situación incontrolable.


Les digo a los políticos y a todo el que marque tendencia que especifique bien lo que quiere decir, de modo que todo el mundo sea capaz de entender.
Si hablan o proponen Federalismo, que explique completamente entendible qué es eso y lo que quieren decir.
Si proponen REFORMAR la constitución, lo mismo, qué  y cual es la reforma, todos los puntos, pues al parecer de tres que hablan de ello, parece ser que cada uno entiende una cosa diferente.
Cuando digan IGUALDAD ¿Igualdad en qué? Pero exactamente, sin emplear el folio que yo usé.

Comentarios

  1. Es muy interesante la historia Alberto. Y demuestra como un discurso vacío puede engañar a muchos, sin ser bueno para nadie más que para el que lo pronuncia.
    Habría que destruir todas las copias de esa hoja maldita.

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    1. El discurso falso y presuntuoso siempre acaba pasando factura, siempre tiene consecuencias y no siempre el autor recibe lo que merece por ello.

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